17.6.09

Reflexión fin de curso 1

Difícil es expresar la vida de un salón de clases, y todas las manifestaciones que explotan fuera de ese espacio con bancas y pizarrón. Pero quiero poner en palabras, aunque sea sólo una aproximación, la vivencia de este salón de clases. Y tengo un motivo poderoso. Los que apostamos por la educación, profesores y estudiantes, luchamos cada día contra la idea de que lo que hacemos no tiene ningún valor. Es duro aceptar que esa idea viene también de la propia escuela. La institución de las calificaciones, en cualquiera de sus formas, desdeña el acto mismo de la enseñanza-aprendizaje. Se nos pide ser sujetos que únicamente cubren programas de estudio, ejecutan adecuadamente lo que se pide en estos, realizan tareas que sirven sólo para saber si se obtiene o no un requisito que después será calificado. Poco importa realmente lo que tenemos que decir, ni nuestra voz ni nuestra perspectiva. Se nos pide ser sujetos incompletos. Pero enseñar y aprender es una decisión que nos involucra por completo, con todas nuestras virtudes y defectos, con nuestra historia y futuro, nuestro cuerpo y mente. Aprender y enseñar es algo que nos afecta como personas totales en un mundo real. Nuestra lucha pues, es revalorar esa acción vital para nosotros mismos, y mostrar en actos y palabras que la educación, como fuerza creativa de individuos concretos en un mundo social concreto, es posible.


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