17.2.11

La guerra en nosotros: Ideas (y) revueltas sobre la cultura del miedo


 
En el caótico paisaje político y social que nos desvela, conviene tener en cuenta la pregunta acerca de quien o quienes están socializando para la vida; donde los espacios inclusivos que den un lugar a la diversidad; donde los procesos articuladores que integren en la esfera publica las diversas voces y esfuerzos cotidianos. Reconocer la densidad (y la complejidad) de un tejido social conformado por una multiplicidad de colectivos que están dinamizando día a día la sociedad, requiere estudiar las formas organizativas que "desde abajo" platean propuestas de gestión y de acción, aunque estas escapen a las formas tradicionales de concebir el ejercicio político y a sus escenarios habituales. Rossana Reguillo, Emergencia de culturas juveniles: estrategias del desencanto



Y la guerra, como también señala el cara de trapo (SOBRE LAS GUERRAS, SupMarcos a Don Luis Villoro), dejó de ser -nos vamos dando cuenta tarde- esos conflictos y matanzas del gobierno, delimitadas en Guerrero, Oaxaca y Chiapas. La guerra está en todo el país. Día a día el horror va mermando la vida cotidiana, taladrando todos sus rincones: "de noche no entres en coche a la ciudad", "mi familia está amenazada", "secuestraron al tío de fulano", "nos paró un retén ilegal", "por mi calle pasan cada vez más tropas"...

11:30 p.m.Viene la información en un tuit:


Ejecutan y calcinan en Juárez a un hombre y su hijo de sólo 10 años


"Los cuerpos quedaron completamente carbonizados dentro de un vehículo igualmente calcinado" "Después de rociarlos de plomo, los sicarios le prendieron fuego a la unidad"

Después leo en otro tuit una respuesta a la noticia:

"ya no se respeta nada.Pareciera q quienes lo hacen fueran robots y no humanos,sin ninguna conciencia de lo q hacen"

Esta es la respuesta colectiva desde una distancia abismal. En la guerra vamos perdiendo vidas de hermanos y hermanas, pero también vamos perdiendo la batalla humana: no atinamos a pensar más allá de las noticias, no tenemos herramientas afectivas e intelectuales para defendernos. Los sicarios son el otro-total.

En uno de los clásicos contemporáneos de la literatura latinoamericana, La virgen de los sicarios, la historia de amor entre un escritor y un sicario, hay un acontecimiento que es para mi la clave de la novela. Quienes vieron la película lo recordaran como la escena del perro, aquí la transcribo:


De súbito presencié la escena: un perro moribundo había ido a caer al arroyo. Hubiera querido seguir y no ver, no saber, pero el perro con una llamada muda, angustiada, ineludible me llamaba arrastrándome hacia su muerte. Resbalando, bajo el aguacero, bajé con Alexis al caño: era uno de esos perros criollos callejeros, corrientes, que en Bogotá llaman “gozques” y en Medellín no sé como, o sí, perros “chandosos”. Cuando traté con Alexis de levantarlo para sacarlo del agua descubrí que el perro tenía las caderas quebradas, de suerte que aunque lo sa- cáramos no había esperanzas de salvarlo. Un carro lo había atropellado y el animal, arrastrándose, había logrado llegar a la quebrada pero se había quedado atrapado en sus aguas al intentar cruzarla. ¿Cómo iba a poder salir de allí herido, destrozado, si se nos dificultaba a nosotros sanos? Los bordes de cemento que encauzaban el arroyo le impedían salir. ¿Cuánto llevaba allí? Días tal vez, con sus noches, bajo las lluvias, a juzgar por su deterioro extremo. ¿Habría tratado de volver acaso, herido, a su casa? ¿Pero es que tendría casa? Sólo Dios sabrá, él que es culpable de estas infamias: Él, con mayúscula, con la mayúscula que se suele usar para el Ser más monstruoso y cobarde, que mata y atropella por mano ajena, por la mano del hombre, su juguete, su sicario.
“No va a poder volver a caminar –le dije a Alexis–. Si lo sacamos es para que sufra más. Hay que matarlo”. “¿Cómo?” “Disparándole”. El perro me miraba. La mirada implorante de esos ojos dulces, inocentes, me acompañará mientras viva, hasta el supremo instante en que la Muerte, compasiva, decida borrármela. “Yo no soy capaz de matarlo”, me dijo Alexis. “Tienes que ser”, le dije. “No soy”, repitió. Entonces le saqué el revólver del cinto, puse el cañón contra él pecho del perro y jalé el gatillo. La detonación sonó sorda, amortiguada por el cuerpo del animal, cuya almita limpia y pura se fue elevando, elevando rumbo al cielo de los perros que es al que no entraré yo porque soy parte de la porquería humana.

Es una genialidad. No sé si Fernando Vallejo lo vivió o lo escuchó, me gusta más pensar que fue a través de toda la construcción imaginativa que visualizó este micro-drama, desde mi óptica climax de la novela. Lo que se representa es justo el caso contrario a la lógica cotidiana que no puede tener una mínima noción de lo diferente: el caso en el que el sicario, ese que hemos visto asesinar "a sangre fría" con facilidad casi músical, no puede matar. Y no es su madre o su novia la que se salva, es un perro que aquí representa la vida. Y como en la narrativa más convencional, cuando el (anti)heróe falla la historia se viene a pique, se rompe la magia: Alexis pierde su pistola.

Es la escena del perro un contraejemplo (el sicario no puede matar), con el que se nos muestra la condición humana del sicario, su semejanza con cualquiera que, en un momento dado, no puede eliminar la vida. Y también, por armonía de contrarios, justo lo opuesto: si cualquiera es parecido al sicario, entonces cualquiera, en un momento dado, puede eliminar la vida.

Dos aclaraciones. El perro representa la vida de un ser sintiente, por eso aquí hay un acto de compasión. Y, he recalcado en un momento dado, para enfatizar que asesinar o no asesinar no es algo innato o natural (los tigres no asesinan), sino que es interdependiente, como cualquier acto humano, de la circunstancia (ortegana).

Rossana Reguillo nos ha regalado una pieza maravillosa (de lo que esperamos con ansias sobre su trabajo con sicarios en Jalisco y Michoacán). Una entrevista con un chico de 16 años y sicario. Vale la pena leerla con detenimiento. Los educadores que me leen -y cualquiera con sensibilidad- podrán ver en la entrevista un acontecimeinto educativo: entrevistadora y sicario, como docente y alumno, se influyen mutuamente y construyen significados en conjunto. Y ello nos debe abrir los ojos a las posibilidades de cambiar nuestra realidad, posibilidades que están, como dice Silvio "un paso más allá del largo de las manos"





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Para terminar les dejo mi serie de tuits sobre la noticia del padre y el hijo calcinados

Pienso que hay otras formas de redirigir la rabia de esta violencia, pensarla fuera del vértigo noticioso ya es una

No son sólo nuestros pechos indefensos para las balas, tenemos carencia de herramientas para traspasar el miedo, para no soltar la confianza

Los y las sicarias nos parecen monstruosos como si nuestra forma d vida no tuviera que ver con la suya, pero eso viene de la ceguera al otro

Todos quieren dinero fácil, cuál es la diferencia d conseguirlo con marketing o con balas, es dinero y se gasta ¿Y ls posibilidades humanas?

entrar al juego de la vida sin ninguna oportunidad para ser conciente de a qué se juega y poder visualizar otros juegos

Los asesinos de esta guerra no perdieron la conciencia, solo rebasaron una línea muy delgada que también está frente a ti

También hay que llorar por esta guerra, llorar y hacer tangible nuestro miedo y nuestro horror ¿Tu no lloras?


PD: Casualidades, ja: Oi hablar de Rossana hace ya unos años en boca de compañeros de Medellín, como una académica que hay que respetar por su trabajo en la calle.








Imagen Operativo "Beltran-Leyva" por El Enigma

25.1.11

Potencialidades, siempre insospechadas

Los políticos mentan la educación, y se la mientan. Que hay que reformarla toda, que es la solución a la violencia y a la deuda externa. Los empresarios agregan: que no hay nada más podrido, y nada menos deseado por reformar. Los mexicanos somos, después de PISA, y con tanto sicario de doce años, una sociedad primitiva, amigdalina-reptilianea y en el total analfabetismo funcional. En el contexto de las elecciones presidenciales de 2012, la educación ya es parte de las campañas: esa creación alucinante que nos chupa la sangre en nuestra vida partidocrática.

Pero esta vez (me asombro a mí mismo) voy a poner una pequeña alteración, y es una casi optimista.

En una nota sobre arte y las próximas elecciones políticas en México (Cultura y oferta política, de Gisela Rubach, via @lasillarota), encontré la referencia a la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales 2010, que realizó el Conaculta,  cuya constante mayor, dice Rubach, es que la causa principal por la que la gente no va a espectáculos culturales es falta de tiempo y dinero. La encuesta, hecha bajo el enfoque de las "bellas artes", confirma que los mexicanos somos unas bestias que no vamos a la opera, no leeemos libros, ni sabemos qué es ballet.

Pero la retórica cantaleta colectiva de que la educación en México es casi una vieja chocha porfiriana, domina la mente de la maestra del ITAM, que no ve nada cuando escribe:

Una pregunta de la encuestas es “¿Usted sabe tocar un instrumento musical?”, la respuesta del Sí alcanzó un 16%, el No un 83%, y el 1% No contestó. Ahora bien, de ese porcentaje que sí ejecuta el 52% es con una guitarra y el 18% con la flauta, y cómo no vamos a tener esos resultados si es lo que obligan a practicar en la enseñanza básica. Parece que nos quedamos con lo obvio, con lo básico como país. Y si nuestra inversión es pobre en cultura, pobre serán nuestros resultados.
Tampoco le sorprendió que ese 16% que toca la guitarra y la flauta, coloque a México numéricamente por encima de el Reino Unido y España. Mucho menos que un 6% contestó que ha escrito en los últimos doce meses algún cuento, poema o novela en su tiempo libre.

No estoy diciendo que la encuesta indica lo que dice (sería el último en dar esa cualidad a una encuesta), pero es interesante que en esas dos preguntas el sujeto es planteado de manera distinta. Ninguna otra pregunta le inquiere por su participación más allá de ser espectador, visitante y consumidor.

La actitud de Gisela Rubach, retrata muy bien la retórica de la reforma educativa. Lo que hacen los profesores es visto como escenas de vida medieval (con toda la carga de "antiguo" y "oscuro"). Es cierto que resulta un contraste fuerte pensar en un grupo de cincuenta adolescentes aprendiendo una melodía en la flauta por repetición, frente a el mundo en el que esos mismos adolescentes viven. Pero ese 16% nos hace pensar también en algo más esencial, en algo que no podemos renunciar a soñar porque sabemos (en cuerpo y conocimiento) que su potencialidad es real: que la educación es un asunto de vida.

No se trata de estándares, ni de competencias, se trata de vidas y de nuestra sociedad. ¿Cuántos de ese 16% ha logrado no sólo tocar, sino hacer suyo la guitarra o la flauta? ¿Cuántos de ese 16% sedujeron a su enamorado o enamorada con una melodía? ¿Cuántos se acompañaron con el intrumento en momentos de soledad? ¿Cuántos aprendieron un repertorio de rancheras y baladas que en familia y con amigos ayudan a la unión? Y ¿cuántos recuerdan con cariño a su profe de música? Seguramente muchos.






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18.1.11

Oh! Subjetividad

Varias discusiones intestinas tengo en borrador preparándose para salir al post, pero antes, como primero del año, mejor traje esta imagen para recordarnos esa diferencia, y ese vigor...


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