12.2.15

¿Es este un blog de educación? In/docencia es soltar el poder

¿Acaso un blog de tecnologías que atraviesan la educación? ¿Un blog que trae la novedad, la última etiqueta del marketing educativo? ¿Un repositorio de herramientas? ¿Cuándo aparecieron esos blogs de consumo rápido? No, este es un simple blog que de vez en cuando trae aquí huellas de andanzas, siempre andanzas intraducibles, mal portadas, huellas que dejaron los marineros en Playa Girón, llevadas ya por la marea, esto es implícitas, como las enseñanzas implícitas (título primero del blog) de Jackson-Cavell, no demostrables.

In/docencia es soltar el poder, dejarlo, el poder que acecha desde adentro y se proyecta afuera en la tentación del héroe o la madre. El performance del docente universitario es su propia esclavitud.

A modo de confesión diré que el defecto que muchas veces me señalaron algunos colegas lo convertimos aquí en filosofía, mejor, en escritura. El defecto de no hacer conclusiones, no cerrar adecuadamente las conferencias, charlas profesionales (como un marinero que no sabe echar el ancla!), y que un tiempo me quebró la cabeza por sentirme menos profesional con respecto a la norma. Hoy justo que me puse a escribir el post anterior sobre nuestro curso del amor, encontré en los Fragmentos amorosos de Barthes esto que conecta al profesor y su performance:

  1. Insignificante, la escena lucha sin embargo con la insignificancia. Todo participante de una escena sueña con tener la última palabra. Hablar el último, "concluir", es dar un destino a todo lo que se ha dicho, es dominar, poseer, dispensar, asestar el sentido; en el espacio de la palabra, lo que viene último ocupa un lugar soberano, guardado, de acuerdo con un privilegio regulado, por los profesores, los presidentes, los jueces, los confesores: todo combate de lenguaje (maché de los antiguos Sofistas, disputatio de los Escolásticos) se dirige a la posesión de ese lugar; mediante la última palabra voy a desorganizar, a "liquidar" al adversario, voy a infligirle una herida (narcísica) mortal, voy a reducirlo al silencio, voy a castrarlo de toda palabra. La escena se desarrolla con vistas a ese triunfo: no se trata de ningún modo de que cada réplica concurra a la victoria de una verdad y construya poco a poco esta verdad, sino solamente que la última réplica sea la buena: es el último golpe de dados lo que cuenta. La escena no se parece en nada a un juego de ajedrez sino más bien a un juego de sortija: no obstante, el juego es aquí revertido, puesto que la victoria corresponde a aquel que logra tener el anillo en su mano en el momento mismo en que el juego se detiene; la sortija corre a todo lo largo de la escena, la victoria pertenece al que capture a ese pequeño animal, cuya posesión asegurará la omnipotencia: la última réplica.







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