7.8.11

El efecto Google y la mente políticamente correcta



Ahora que la vida en red nos trasmina, es interesante cómo la cartesiana manera de hablar de nosotros mismos alimenta la cursilería del ser humano natural que se despedaza y malogra por la malévola tecnología.

Recientemente se promociona el llamado “efecto google”, que alarma la paranoia afirmando que internet está suplantando la memoria, como extrayéndola del sujeto, robándosela. Desde esa óptica aprendizaje es igual a guardar datos, si yo no puedo “ir a mi mente” para “sacar la información”, por ejemplo de cuál es la capital de Rumania, y en cambio consulto en un lugar fuera de mí (en este caso google), entonces es la máquina –y la palabra máquina se entiende como demonio- la que realiza el acto; que por su empíricamente burda exterioridad deja de ser mental.

Los abuelos que se amarraban un hilito en el dedo para recordar una cita deben haber empezado esta perversión de dejar la mente en cosas fuera del cráneo, que hoy es epidemia global para los niños que nacen con un android bajo el brazo. O tal vez fueron aquellos lejanos homínidos que empezaron a enterrar a sus muertos con sus pertenencias -seguro por flojera de recordar la identidad de sus congéneres en su pro-mente- los negligentes precursores de esta decadencia.

Y las voces empanicadas con el efecto google lamentan la pérdida de una políticamente correcta mente-dentro-del-cráneo. Google perjudica entre otras cosas la pasividad del infante, técnicamente llamada atención verbal: "Acostumbrados a una información tan rica como la puede dar Internet, los alumnos encuentran una exposición oral menos interesante, menos atractiva, porque es menos interactiva" (dicho de una “profesora del máster de Psicoterapia Psicoanalítica de la Universidad Complutense de Madrid” para el diario El País, nota de Emilio de Benito, 31/07/2011, http://bit.ly/noNF6y)

Las pruebas llevadas a cabo por lxs psicólogxs gringos en sus experimentos –que no he leído directamente por qué me ha dado flojera buscar como burlar el acceso a Science- siguen esa tradición de la memoria sin contexto empezada por Hermann Ebbinghaus y sus sílabas sin sentido allá por 1880. Y se han escandalizado porque la gente escolarizada –es decir, preparada para recitar información sin sentido: capitales, tablas, elementos- prefiere conseguir los datos sueltos del tipo “el ojo de la avestruz es más grande que su cerebro” usando google. Monstruosidad: la escuela se desvanece, la mente se vacía, el artefacto nos posee. Y el cerebro, oh! el cerebro, la joya de la creación está en peligro.


“Los niños despanzurran a un muñeco, y más si es de mecanismo, para verle las tripas, para ver lo que llevan dentro. Y, en efecto, para darse cuenta de cómo funciona un muñeco, un homun culus mecánico, hay que despanzurrarle, hay que levantar la tapa del reló. Pero, ¿un hombre histórico?, ¿un hombre de verdad?, ¿un actor del drama de la vida?, ¿un sujeto de novela? Este lleva las entrañas en la cara. O dicho de otro modo, su entraña –su intranea-, lo de adentro, es su extraña –extranea-, lo de afuera” (Miguel de Unamuno)


Otra fuente: The Google Effect is as Old as Words

2 comentarios:

Silvina Carraud dijo...

El sujeto cartesiano del conocimiento ya no es. Por eso evitar la paranoia, entender que aprendizaje no es igual a guardar datos, desterrar la memoria sin contexto...Qué maravilla de texto, Emiliano! Un placer leerte. Un fuerte abrazo :)
Silvina

LUR dijo...

que bueno que los has puesto en positivo, me queda en mente escribir sobre las potencialidades de eso que tanto asusta.
Gracias :) una abrazote

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